Será Paris toujours Paris?
- ESPAGNE : Sébastien Perrot-Minnot © prensalibre.com
“París será siempre París, la ciudad más bella del mundo”, cantaba Maurice Chevalier en 1939. Y a la vez, la capital francesa siempre ha sido un lugar de movimiento, revoluciones y prodigiosas innovaciones. Cada año, millones de visitantes admiran la “ciudad luz”, que contribuye a hacer de Francia el principal destino turístico del mundo.
Hace pocos días, el presidente de la República Francesa, Nicolas Sarkozy, recibió a representantes de 10 gabinetes de arquitectura y urbanismo de Francia y otros países europeos. Estos gabinetes fueron seleccionados para una misión muy especial: proponer a las autoridades galas, en un lapso de solo seis meses, un plan para la realización del “gran París”.
Según un comunicado del Palacio del Elíseo, se tratará de definir nada menos que “la metrópoli sustentable del siglo XXI”, al delimitar los nuevos extremos de la capital francesa y estableciendo nuevos modelos de gestión y ordenación que tomen en cuenta el desarrollo urbano. Mientras que Sarkozy evoca la necesidad de un proyecto “fuerte, original y realista”, la ministra de Cultura, Christine Albanel, explica que se buscará “crear una realidad nueva a partir de un sueño colectivo”.
La iniciativa francesa recuerda el ambicioso plan de obras públicas que anunciaron, a principios de este año, las autoridades italianas, para preservar el esplendor de Florencia. El alcalde florentino, Leonardo Domenici, declaró entonces que este proceso de transformación era “el más importante desde 1870”. Se emprendería una modernización de las infraestructuras y se mejoraría la movilidad. En el mismo momento, se respetaría el patrimonio y se promovería la cultura en esta ciudad que fue cuna del Renacimiento y capital del Reino de Italia (entre 1865 y 1870). Entre otras medidas, se contempla duplicar el espacio de exposición de la Galería de los Oficios, uno de los museos más prestigiosos del planeta.
En muchos países, el crecimiento cada vez más rápido de las ciudades crea importantes desafíos. ¿Cómo ordenar el desarrollo, preservando los encantos propios, y en cierta forma, el “espíritu” de una urbe? El poder de atracción, la calidad de vida y la vida social dependen, en gran parte, de la valoración del patrimonio cultural. Por eso, la protección de los edificios antiguos, en particular, genera cada vez más preocupación a escala mundial. La semana pasada, por ejemplo, leí en el periódico canadiense La Presse varios artículos sobre las protestas en contra de la destrucción, en Montreal, de un famoso restaurante de estilo art déco de 1940.
La Ciudad de Guatemala, como la mayor parte de las capitales latinoamericanas, experimentó en algunas décadas una deslumbrante expansión. Su población pasó de 284 mil habitantes, en 1950, a unos cuatro millones en la actualidad y el paisaje urbano cambió en forma drástica. Recientemente, tuve la oportunidad de platicar con un taxista que tiene más de 30 años de laborar en la capital. Me confesó que se sentía un poco desorientado frente a la multiplicación de nuevas colonias y las transformaciones de todo tipo. Sin embargo, al pasar debajo del puente de Pamplona, me contó que siempre recordaría las historias de este lugar donde, alguna vez, aparecía la Llorona.
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